sábado, 26 de septiembre de 2009

Verano de 1979

Abrió los ojos muy despacio a causa de un terrible dolor de cabeza que le martilleaba los sesos y hacía que se le erizase el cabello. Pero lo más extraordinario era que no existía diferencia alguna entre lo que veía con los ojos cerrados o abiertos. Todo seguía envuelto en la más completa oscuridad. En un momento de pánico, creyó que se había quedado ciega tal vez por que el aguardiente casero que había bebido el día anterior estuviese en mal estado. Algo de eso había oído contar; jóvenes que se quedaban ciegos por beber aguardiente de destilación casera. Tras unos segundos, el entrono empezó a deslindarse de las sombras vagamente y comprendió que su vista estaba perfectamente, sólo que se encontraba en un lugar donde no había luz alguna. Alzó la vista, por si podía ver el cielo o la luna, por ver si se encontraba en algún lugar al aire libre, pero no tardó en comprender que, en verano, la noche no era nunca tan cerrada y que tendría que haber visto enseguida la radiante noche nórdica del estío.

Tanteó el suelo sobre el que yacía y cerró la mano en torno a un puñado de tierra arenosa que dejó caer entre los dedos. Desprendía un fuerte olor a mantillo, un perfume dulzón y sofocante, y tuvo la sensación de encontrarse bajo tierra. El pánico se apoderó de ella. Sentía claustrofobia. Sin conocer en realidad las dimensiones del lugar en que se encontraba, logró representarse la imagen de unas paredes que, muy despacio, se le acercaban y la rodeaban. Sintió que el aire se acababa y se frotó la garganta, pero se obligó a respirar hondo varias veces a dominar su terror.

Hacía frío y, de repente, se dio cuenta de que estaba desnuda y de que lo único que llevaba eran las bragas. Le dolía el cuerpo aquí y allá, y con los brazos en torno a las piernas flexionadas y pegadas a la barbilla, no podía dejar de temblar. El pánico inicial dio paso a un temor tan intenso que sintió que le corroía los huesos. ¿Cómo había ido a parar allí? ¿Y por qué? ¿Quién le habría quitado la ropa? lo único que su cerebro era capaz de responderle era que , no deseaba conocer la respuesta a esas preguntas. Le había sucedido algo horrible, no sabía qué, algo que multiplicaba el pavor que la tenía paralizada.

Un haz de luz se plasmó en su mano y, automáticamente, alzó los ojos hacia el lugar del que procedía. Una grieta diminuta de luz se abrió en la aterciopelada negrura, se obligó s ponerse de pie y gritó pidiendo ayuda, pero no obtuvo respuesta. Se puso de puntillas e intentó alcanzar la fuente de luz pero comprendió que quedaba muy lejos. Entonces sintió que empezaban a caerle unas gotas en la cara. Las gotas de agua se convirtieron en un pequeño chorro y, de pronto, tomó conciencia de lo sedienta que estaba. Sin pensarlo, abrió la boca en un acto reflejo para beber el líquido con avidez , a grandes tragos. Al principio, la mayor parte caía fuera, pero, tras unos minutos, dio con la técnica adecuada para aprovechar al máximo y bebió con ansia. Sin embargo, enseguida una especie de niebla lo envolvió todo y la habitación empezó a dar vueltas. Después no hubo más que oscuridad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario